El uso de plantas para el alivio de ciertas dolencias cotidianas es muy antiguo, prueba de ello es que los pueblos griegos, egipcios, babilonios, indios y chinos, entre otros, utilizaron las esencias aromáticas para corregir desequilibrios en el hombre, armonizar las energías, curar y prevenir enfermedades, purificar y depurar, estimular y relajar. La fitoterapia o tratamiento con plantas, es muy amplio y varía alrededor del mundo con las diferentes culturas y tradiciones.
Actualmente el conocimiento para la selección de la planta adecuada y su correcto uso en la fitoterapia ha sido transmitido de generación a generación. De este modo, la mayoría de las veces el conocimiento pasa desde los integrantes más adultos de las familias o comunidades, a los más jóvenes.
La identificación de las plantas que se desean utilizar, es importante, ya que muchas de ellas contienen compuestos contraindicados que nos daría más bien un efecto negativo o nulo, por lo que deben usarse con cautela. Tal es el caso de la lavanda (Lavanda officinalis L.), cuya esencia es sedante y produce balance del sistema nervioso. Sin embargo, cuando se utiliza para ser ingerida debe emplearse con cuidado ya que altas dosis pueden producir el efecto contrario, es decir, nerviosismo y hasta convulsiones.
Flores de lavanda (Lavanda officinalis L.)
Respecto a la identidad de las plantas, hoy en día la tecnología y la digitalización, son una herramienta universal para obtener información acerca de los datos necesarios para reconocerlas, ubicar su lugar de origen, su cultivo y los compuestos beneficiosos que producen. Por ello, lo primero es identificar a la planta por su nombre, saber que tiene un nombre común y un nombre científico. El nombre común varía dependiendo del país, cultura, área de ubicación y hasta del uso que se le da en una determinada localidad. Por ello, una misma especie, podemos encontrarla citada con nombres distintos.
Una vez ubicado el nombre común hay que cerciorarse de que corresponda a la planta que necesitamos. De allí que se debe buscar su nombre científico, el cual es mundialmente reconocido y consta de tres componentes. El primero, corresponde al Género al cual pertenece, el segundo se refiere a la especie y el tercero es una abreviatura del nombre del autor que describió a la especie por primera vez. Por ejemplo: Rosmarinus officinalis L., es el nombre científico del romero. En este caso Rosmarinus es el Género, Rosmarinus officinalis es la especie y la L. corresponde a Linneo, cuyo legado para la humanidad y la botánica fue la descripción de las especies y la nomenclatura binomial, es decir el nombre científico, tal como lo hemos detallado.
Romero (Rosmarinus officinalis L.)
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